miércoles, 23 de julio de 2014

Zeil Capítulo 14

-Tengo que hablar contigo - Comenta mientras me separa de él un poco. - De tu venide...
de la multitud emerge Nahuel ¿que hace aquí? va con espada en mano, no me da tiempo de reaccionar y de un limpio y poderoso golpe, Nahuel, amputa la mano a Saummus, veo inmovil como la extremidad cae al suelo y ensangra las losas mientras mi tío grita desesperado. Miro asustado al monarca. Con rabia me vuelvo hacia el asqueroso gigante.

- ¡Como te atreves, asqueroso saifuche! - No me puedo contener, desenfundo la espada y le ataco con gran furia- ¡Eres un mentiroso! Lo único que querías era la muerte de mi tío...

- ¡No, yo...! Espera... ¿Que he hecho?
-¡...Pren...ded..lo...! - Tartamudea Saummus.- ¡¡Matadlo!! - Grita al fin lleno de dolor y cólera.

Retomo el fuerte ataque asestándole un profundo corte en una pierna, haciendo que el caiga duramente contra el suelo. Entre los soldados y yo le rodeamos, ellos le apuntan con rifles. Justamente me coloco
donde me vea bien, que mi sombra sea lo último que vea. En un vano esfuerzo intenta tirarme arena a los ojos, pero solo logra mancharme la camisa, una risa maliciosa se me escapa se la boca. Dirijo la fría hoja de mi espada al príncipe enemigo y justo cuando le iba a clavar la espada, una pared de tierra aparece ante mí haciendo que mi espada se detenga en su mortal descenso y quede prendada en la pared. ¡¡¡Esa asquerosa rubia!!! La veo correr al otro lado del muro terroso a una velocidad considerable, los soldados estan demasiado ensimismados y sorprendidos como para reaccionar. Arranco mi espada de la pared para atacarla pero tarde demasiado ya que levanta más muros de tierra a su alrededor haciendo imposible el ataque directo. Comienzo a golpear con furia la gran pared y siento como la pared cede poco a poco bajo mi acero.  Sin siguiera esperarlo se siente un sismo que hace tambalear toda la plaza. Ordeno a los soldados derribar el muro, y al acerlo se ve que tras él tan solo hay una pequeña fractura por el cual solo cabe un alfiler.

-Mierda...- Susurro para mí.

-¡Señor!- Me grita un soldado acercándose a mi - Su alteza real a sido llevado a sus aposentos con urgencia y ya a sido convocado un médico para su curación y tratamiento.

-Gracias por la información.

-¿A donde cree que se fueron?- Me pregunta algo tímido.

-Supongo que al sistema de acueducto, pero no llegaran lejos, al menos el..- Digo mientras miro la hoja brillante y manchada de sangre. En las guerras hay que sobrevivir sea como sea, inclúso de la forma más rastrera de ganar, envenenando la hoja de la espada. Aún el más pequeño rasguño te manda a la tumba, donde en poco tiempo ira a parar el principito saifuche. - ¡Montar guardia en toda entrada y salida! ¡Los quiero vivos! Me encargare yo mismo de que vuelvan a la inesistencia.

Me doy vuelta y salgo corriendo despavorido al encuentro de mi tío. Entro en la sala de golpe pero un criado frena mi paso sin poder acercarme. Allí veo a mi tío gritando de dolor y como unos cirujanos arreglan la muñeca y preparan los nervios y le ponen placas de titanio, supongo que le pondrán una mano ortopédica... Me duele verle en esa situación, retorciéndose de dolor por culpa de Nahuel... Supongo que hasta mañana no podre verle, así que sin mediar palabra salgo de aquel lugar y deambulo por el palacio adelante en busca del lugar mas apartado y solitario. Acabo en un pasillo en el cual jamás había estado, me pregunto por qué. Unos gritos rompen el silencio, sigo estos clamores hasta llegar a una puerta que esconde unas escaleras, a medida que desciendo se escucha con mas claridad esos gritos. Me topo con una biblioteca... ¿De dónde proceden exactamente esos gritos? Empiezo a inspeccionar minuciosamente cada esquina de este lugar, descubro un armario que en su base tiene serias marcas de arrastre; lo empujo con fuerza y descubro una puerta entreabierta. Los gritos provienen de ahí. Meticulosamente entro, es una sala de celdas, pero parece adaptada con artilugios quirúrgicos y de científicos. Al acercarme a una mesa veo una carpeta sobre esta, miro un momento detrás mía para asegurarme que no hay nadie y me dispongo a leer "Resiste a los tratamientos aplicados, ninguno resulta. Próxima prueba, combinar ADN con cánido. Se espera ser resultante". No sé de qué se trata todo esto, pero no parece que sea para el favor del reino. Avanzo por la sala inspeccionando todas las celdas, alvergan animales que en mi vida vi. Oigo los gritos de nuevo, provienen de la ultima celda,en la cual esta la bestia mas extraña. Esta completamente encadenado, tiene constitución de hombre, pero también de lobo. Su cuerpo esta cubierto de un pelaje gris, sus manos terminan en unas afiladas garras. Se esta retorciendo de dolor. Cuando alza la cabeza veo su rostro... me es familiar... Miro al humanoide con curiosidad, escudriñandole el rostro animal en busca de algo que me haga reconocerlo. No veo nada y el lugar comienza a darme mal agüero, así que decido salir de allí.

 - Zeil... Atanasia ... - empieza a gemir con una voz ronca y gutural. - Nahuel...- me paro en seco ¿como lo sabe?- confiar en ellos... amigos inseparables... infancia... Nahuel... hermano. - empieza a quejarse y a retorcerse. 

- ¿Qué? No se si tienes nombre, ni si eres humano, pero yo no.... 

 - Takumi... Maestro... - me dice débilmente, no recuerdo a ningún mestro. - tu Sensei.

 -Lo siento, ni idea. - me dirijo a la puerta. Una luz diminuta se enciende en mi mente. Justo cuando extiendo la mano para abrir la puerta la luz se intensifica inundandome la mente de recuerdos borrosos de mi infancia en aquella villa apartada de la mano de los dioses, junto con Ata y Nahu. Me paro en seco. - ¡Sensei! - ¡ya se quién es! Me cuidó en parte de mi
infancia... vuelvo a la celda y cojo los barrotes con desesperación. Hago un intento en vano de abrirla, incluso pruebo de forzar la cerradura. - Te sacare de aquí- le digo, aunque no se si me escucha. - Traeré a Nahu y Ata y os sacare con vida ...

 Salgo de aquella sala y voy colocando todo como estaba, no quiero que se note mi presencia aquí. Mientras camino acelerado por los pasillos hacia mi cuarto, voy pensando en todo lo que logro recordar, mi memoria no va mas allá de sus caras de cuando eramos niños, pero eso me produce una alegría dentro de mi. Cerrando la puerta tras de mi, me dedico a planear algo para evitar la muerte de todos.

-¡Mierda!- exclamo, acabo de recordar que la espada estaba envenenada cuando ataque a Nahuel...  Reconozco que estoy enfadado, pero ahora no deseo su muerte.. 

martes, 17 de junio de 2014

Atanasia Capítulo 14

Sigo intentando abrirme paso entre la multitud, cuando veo pasar a Nahuel corriendo con la espada desenfundada. La gente parece no darse cuenta, pero yo si, y va directo hacia Zeil y Saummus, esto no presagia nada bueno... Así que me doy mas prisa, a empujones consigo llegar prácticamente hasta Zeil, pero Nahu ha sido mas rápido, levanta la espada y de un corte limpio amputa una mano de Saummus. La sangre salpica y llega hasta mi cara, me tapo la boca para reprimir un grito ahogado, no se en que está pensando Nahuel...  La plaza se llena de gritos, niños llorando, mujeres desesperadas y gente haciendo comentarios como "es un saifuche", "seguro que es una venganza"...

- ¡Como te atreves, asqueroso saifuche! - Grita Zeil en medio de la confusión. Desenfunda su espada y ataca a Nahuel. - ¡Eres un mentiroso! Lo único que querías era la muerte de mi tío...

- ¡No, yo...! Espera... ¿Qué he hecho...? - Dice Nahuel con una sombra de arrepentimiento cruzando 
su rostro.

- ¡...Pren... ded... lo...! ¡¡Matadlo!! - dijo Saummus consumido por la rabia y el dolor.
Las miradas se concentran en Nahuel. Zeil vuelve a atacar, Nahu apenas lo esquiva llevándose un gran corte en la pierna y cayendo pesadamente al suelo con un ruido sordo. No puede ser, tengo que hacer algo... Sobre él se abalanzan siluetas con arma en mano dispuestas a quitarle la vida, inclúso a Zeil se le ve dispuesto a matarle, Nahu agarra tierra del suelo y la tira en dirección a sus ojos, en un vano intento de despistaros, pero no consigue llegar a ninguno, y ellos estallan en carcajadas. Eso es lo que más me duele, no el que lo hallan herido, no, que lo humillen, eso duele más que la derrota, así que me siento en la necesidad de hacer algo para protegerlo, cierro los ojos, susurro unas palabras arcanas invocando el poder de la tierra, en el momento justo para evitar que a Nahu lo irieran de muerte una pared lo suficientemente resistente surgió rompiendo el pavimento y haciendo volar adoquines por doquier y aguantando el golpe mortal a manos de Zeil. Con rapidez me cuelo detrás de la pared agachada al lado de Nahuel, protegidos por muros de tierra al rededor nuestro que levanto al instante usando el mismo método.

- Eres un idiota. - le reprocho - ¿Te puedes mover? - pregunto mientras inspecciono la herida, no tiene buena pinta. Desprende un olor muy particular no muy común.

- ¡Auch! Me temo que no... - dice intentando levantarse, esta perdiendo bastante sangre... Una pequeña grieta se hace en la pared. Los gritos y los golpes propiciados por Zeil para matarnos estan haciendo mella en mi pequeña solución temporal - ¡Tenemos que largarnos ya!

- Mierda... - Estoy nerviosa, aún que trato de que no se me note, si no se nos ocurre algo moriremos los dos, todo por la estupidez de la testosterona masculina y la manía de todos los hombres de no pensar antes de actuar. Pero no, debía actuar y cargarse todo. ¡Hombres¡

- ¡Ata, vete! No puedo dejar que te maten... Utiliza tu magia y márchate. - Me sorprende el comentario, ¿cómo puede decir eso? ¿No confía en que sea capaz de salvarnos a los dos? Miro buscando una solución a mi alrededor y la grieta, cada vez más grande en la pared me recuerda un viejo hechizo. Abrir la tierra y cerrarla, como una puerta hacia el subsuelo. Con gran seguridad caeremos en el alcantarillado subterráneo de la ciudad.

- Perdón, Nahu... - Se que esto le va a doler... Pero no pienso irme sin él. Mientras conjuro el hechizo, de repente ocurre gran sacudida y una caída precipitada. Acto seguido oscuridad total. -Ya estamos a salvo - susurro, pero él no parece oírme entre sus gritos de dolor. Le tapo la boca, si habla tan alto nos descubrirán... Se oyen voces sobre nosotros- Siento la sacudida, Nahu. Tenía que sacarnos de allí. - susurro.

- ¿Y qué has hecho? - Me dice en voz baja.

- Abrí un boquete bajo nuestros pies cayendo en una cámara de aire subterránea. No son tan inteligentes como para descubrirnos pero necesito sacarte de aquí si no quiero que esa herida se infecte más.

- ¿Más?

- Zeil, no es tonto aún que lo parezca, ha vivido muchas guerras y siempre se aprenden trucos sucios para vencer con menos esfuerzo. Su espada está envenenada, solo con el olor que desprendía tu herida lo supe. Si mi teoría es cierta las cloacas deben de estar a pocos metros de nosotros. Voy a volver a hacer el mismo conjuro. -Me pongo encima suya, la verdad no estoy incómoda, pero a él se le nota tenso... - Agárrate bien a mí. - Me agarra por la cintura. Pronuncio las mismas palabras que antes y se vuelve a sentir la misma sacudida y de nuevo caemos. Él se aferra a mí con todas sus fuerzas, como si no quisiera separarse por nada... Caemos al agua, su espada cae junto con nosotros, pero en vez de caer en agua cae contra piedra, sonrío aliviada, llegamos a caer sobre piedra y nos hubiéramos partido la cabeza. Nado rápidamente a la orilla, siempre se me dio bien nadar, pero a él parece costarle muchísimo, supongo que por la herida.

- ¿Estas bien? - me pregunta Nahu una vez que ya está en tierra.

- Yo estoy perfecta - Sonrío. - pero tu no. - Digo poniéndome tensa - Tengo q hacer algo con el veneno. - Comienzo a mirarle la herida, cada vez que pienso en esta situación siento angustia dentro de mi, no quiero perderle...

- Ata, relájate. Sabes que si utilizas demasiado la magia acaba con tus energías. - le dice agarrándome de la mano con delicadeza.

- Pero... morirás... - Digo casi con lágrimas en los ojos

- Ven. - Me acerco dudando de que pretende, pero acomoda mi cabeza sobre su pecho, es firme y musculoso, no puedo evitar sonrojarme por la osadia de mi acto, pero realmente es que da gusto apollarse en un torso tan bien definido. Desde esa posición se escuchaba con claridad su corazón. - ¿Lo oyes? Eso te confirma que estoy vivo, no prendo morirme y dejarte sola, Ata. - Levanto la cabeza y le miro a los ojos preocupada.

- ¿Me lo prometes? - De repente me acaricia con cariño me besa en los labios. Me sorprendo, y por un momento me asusto, pero no me desagrada, así que le correspondo. Al separarnos apoyamos nuestras frentes una contra la otra y me abraza.

- Ata, te quiero. Si por mi fuera te prometería la eternidad. Eso lo llevo sabiendo todos estos años. Me enamoré de ti apenas conocerte y ese amor perduró durante tanto tiempo. La alegría de verte de nuevo me devolvió la fuerza. Pero jamás pensé que algún día te lo diría. - dice apartando su cara de la mía. Después de un momento en silencio continua - Bueno, ¿no dices nada? - Yo no puedo más que quedarme callada.

- No sé que decir. Me ha pillado de sorpresa todo esto. Si llevas tanto tiempo sintiendo algo así, ¿por qué no me dijiste nada? - ¡¿Por que no lo dijo?! ¡¿Tenia que esperar a esta situación?! ¡¿A estarse muriendo?!

- Por Zeil. Soy suficientemente listo como para ver lo que pasa con él.

- ¿Zeil? ¿Qué pasa con él? - Digo un poco enfadada. ¿Qué tiene que ver Zeil con los sentimientos que nos tengamos el uno para con el otro?

- ¿No te habías dado cuenta?

- ¿De qué?

- De nada. Yo no te lo diré,  no son mis asuntos.

- Nahuel...

- Estoy cansado, voy a descansar. - Se acomoda como puede sobre la piedra, y yo en su pecho, me abraza, es la situación perfecta, pero aun así no puedo dejar de pensar en que tiene que ver Zeil.

- Sabes que lo descubriré...

- No lo dudo. Descansa, Ata.
Decido hacerle caso así que cierro los ojos y me aferro a él como si eso fuera a hacer que las cosas no cambiaran nunca y nos quedásemos así para siempre, como si así pudiera frenar el mañana y hacer que esta noche durase para siempre...

sábado, 31 de mayo de 2014

Nahuel Capítulo 14

Me acerco como una bala a Saummus y a Zeil esquivando la gran multitud. Mi espada resplandece por el sol pero la gente apena se da cuenta de que voy con mi arma desenfundada. Apenas les doy tiempo a separarse para levantar mi espada y amputar de un corte limpio la mano derecha del sucio monarca. El pánico cunde en la plaza, la sangre lo mancha todo tiñendo todo de rojo brillante, Saummus gritaba desesperado por el dolor. Zeil estaba inmóvil, igual que yo por mi actuación, pero poco nos duro.

- ¡Como te atreves, asqueroso saifuche! - Zeil desenfunda su espada y me ataca. - ¡Eres un mentiroso! Lo único que querías era la muerte de mi tío...

- ¡No, yo...! Espera... ¿Qué he hecho...? - no puedo creerme que me haya dejado llevar por el odio. He amputado la mano de un hombre por nada, suposiciones.

- ¡...Pren... ded... lo...! ¡¡Matadlo!! - dijo Saummus consumido por la rabia y el dolor.

Las miradas se concentran en mí. Zeil vuelve a atacarme, apenas lo esquivo llevándome un gran corte en la pierna y cayendo pesadamente al suelo con un ruido sordo. Estoy algo mareado por la caída, solo veo que sobre mi se abalanzan siluetas con arma en mano dispuestas a quitarme la vida, la silueta más pronunciada es la de Zeil, agarro tierra del suelo y la tiro en dirección a sus ojos, aún que no tengo ni idea de si le llego a dar a ninguno. Ya veo la sombría mano de la muerte ceñirse sobre mi, la verdad esperaba morir de otra manera diferente a ser insertado en la espada de mi mejor amigo. En la lejanía me parece oír unas palabras arcanas y en el momento preciso una pared de tierra me rodea salvándome de morir a manos de aquellos hombres. La figura de Atanasia aparece ante mí agachándose.

- Eres un idiota. ¿Te puedes mover? - me pregunta mientras inspecciona la herida.

- ¡Auch! Me temo que no... - digo intentando levantarme, la herida me tira, estoy perdiendo bastante sangre y el cuerpo se me está debilitando. Una pequeña grieta se hace en la pared. - ¡Tenemos que largarnos ya!

- Mierda... - se la ve preocupada, si no se nos ocurre algo moriremos los dos.

- ¡Ata, vete! No puedo dejar que te maten... Utiliza tu magia y marchate. - sus ojos azules se abrieron como platos.

- Perdón, Nahu... - empieza a conjurar un hechizo. Yo ya me empiezo a preparar para lo peor. De repente ocurre gran sacudida y una caída precipitada. Acto seguido oscuridad total. ¿Qué habrá pasado? ¿He muerto ya? Algo me toca la rodilla y hace que me arda la herida desesperadamente. Me comienzo a quejar de dolor y lo único que siento es una mano tapándome en la boca, por el tacto es Ata. Eso demuestra que sigo vivo.En aquel lugar oscuro olía a moho y tierra mojada. Había gran cantidad de humedad, ya que notaba como mi ropa se ceñía a mi cuerpo. Se oyen voces sobre nosotros, entre ellas escucho la de Zeil, pero están como lejos. - Siento la sacudida, Nahu. Tenía que sacarnos de allí. - susurra, así que sigo su ejemplo.

- ¿Y qué has hecho?

- Abrí un boquete bajo nuestros pies cayendo en una cámara de aire subterránea. No son tan inteligentes como para descubrirnos pero necesito sacarte de aquí si no quiero que esa herida se infecte más.

- ¿Más?

- Zeil, no es tonto aún que lo parezca, ha vivido muchas guerras y siempre se aprenden trucos sucios para vencer con menos esfuerzo. Su espada está envenenada, solo con el olor que desprendía tu herida lo supe. Si mi teoría es cierta las cloacas deben de estar a pocos metros de nosotros. Voy a volver a hacer el mismo conjuro. - noto que se pone encima mía, menos mal que está oscuro porque me estoy poniendo rojo. - agarrate bien a mí - hago lo que me dice y la agarro por la cintura. Pronuncia las mismas palabras que antes y se vuelve a sentir la misma sacudida y de nuevo caemos. Me aferro a Ata con todas las fuerzas que tengo, evitando que se separe de mí. Caemos con un chapoteo sonoro al agua. Oigo mi espada caer junto con nosotros, pero en vez de caer en agua el sonido emitido por la caída es de metal contra piedra.

Sacamos la cabeza del agua y veo que justo hemos caído en un río hecho para llevar el agua potable, de puro milagro no caímos sobre piedra, como mi arma, nos hubiéramos partido la cabeza. Ata nada rápido a la orilla, a mi me cuesta por la pierna, pero con mucho esfuerzo logro salir del agua.

- ¿Estas bien? - le pregunto jadeante.

- Yo estoy perfecta - me sonríe, pero rápido se le borra la sonrisa. - pero tu no. Tengo q hacer algo con el veneno. - dice apresuradamente, abalanzándose a mirar mi herida.

- Ata, relajate. Sabes que si utilizas demasiado la magia acaba con tus energías. - le dije agarrándola de la mano con delicadeza.

- Pero... morirás...

- Ven. - acomodo su cabeza en mi pecho, de forma que escuche con claridad mi corazón. - ¿Lo oyes? Eso te confirma que estoy vivo, no prendo morirme y dejarte sola, Ata. - ella levanta la cabeza y me mira con cariño y preocupación.

- ¿Me lo prometes? - sus ojos resplandecen con los reflejos de los rayos de sol en aquella agua que entraban por una abertura en la superficie. No aguanto por más tiempo, acaricio con cariño su rostro y deposito un beso en sus labios. Ella se sorprende, pero corresponde a mi beso. Al separarnos apoyamos nuestras frentes una contra la otra y la abrazo.

- Ata, te quiero. Si por mi fuera te prometería la eternidad. Eso lo llevo sabiendo todos estos años. Me enamoré de ti apenas conocerte y ese amor perduró durante tanto tiempo. La alegría de verte de nuevo me devolvió la fuerza. Pero jamás pensé que algún día te lo diría. - digo apartando mi cara para que no viera que me estaba poniendo rojo. - Bueno, ¿no dices nada?

- No sé que decir. Me ha pillado de sorpresa todo esto. Si llevas tanto tiempo sintiendo algo así, ¿por qué no me dijiste nada?

- Por Zeil. Soy suficientemente listo como para ver lo que pasa con él.

- ¿Zeil? ¿Qué pasa con él?

- ¿No te habías dado cuenta?

- ¿De qué?

- De nada. Yo no te lo diré,  no son mis asuntos.

- Nahuel...

- Estoy cansado, voy a descansar. - me acomodo como puedo sobre la piedra. Ata se acomoda en mi pecho y yo la abrazo con amor, como siempre había deseado tenerla entre mis brazos.

- Sabes que lo descubriré...

- No lo dudo. Descansa, Ata. - cierro los ojos para dormir, aún que preveo una noche dura debido al dolor de la pierna. Siento a Ata agarrada con fuerza a mi camiseta, siento su calor, olor, tacto... Porque se con certeza que estoy vivo, si no juraría que estoy muerto.

domingo, 18 de mayo de 2014

Atanasia Capítulo 13

Me despierto con la suave luz que ahora inunda la habitación. Otra vez vuelvo a darle vueltas a los mismos asuntos, mi maestro, Zeil, Nahu... Ahora mismo todo es un completo desorden, casi tanto como mi cabello rubio, así que me pongo en pié y me hago una trenza que mas tarde recojo en forma de moño. Me siento en la cama, tratando de dejar mi mente en blanco, todo está en calma, demasiado en calma para la hora que es... Deben de estar durmiendo aún, asi que doblo las mantas y me dispongo a subir para despertarlos por sorpresa. Todo esto me recuerda a buenos tiempos cuando estábamos juntos, cuando todo era mas fácil...
Giro la manilla del dormitorio sigilosamente, espero ver a los chicos durmiendo, pero al abrir la puerta no encuentro nada, ni nadie, ya no están las provisiones, ni Kenta, ni Zeil, ni Nahu, solo unos montones de heno aplastado. Tiro las mantas al suelo cuando la monja me habla a las espaldas:

- ¡¡Buenos días, querida!! - dice cantarina.

- ¿Y los chicos? - Le digo sin apenas mirar hacia ella, todavía escudriñando la habitación sin hallar rastro de ellos.

- No sé, tu deberías saberlo...

- ¿Dónde están?

- Quizás tenían alguna cosa que hacer y salieron temprano.

- ¿Qué cosa?

- Quizás deberías seguirlos.

- ¡Oiga!, deje de hablarme con enigmas y dígame a dónde se han ido o qué es lo que han hecho.

- No son enigmas, son verdades, aún que tu no te des cuenta.

- ¿Sabe? Tiene razón, quizás debería seguirlos. - Digo mientras me marcho enfadada, empiezo a estar harta de esa señora y de sus rarezas, si no fuera por que nos está ayudando...

Inspecciono la iglesia y alrededores, el portón está abierto, asi que supongo que se han marchado, el coche aún está ahí así que me monto, arranco el coche y miro atrás mientras oigo el rugido del motor, puedo ver a la monja apoyada en el borde del portalón diciendo algo.

- Buena suerte...

Solo hay un camino así que es por ahí por donde voy, en el trayecto me encuentro un grupo de cuatro chavales, aminoro el paso hasta poder oír su conversación.

- Ese idiota se ha llevado mi moto - oigo decir a uno así que freno y me bajo del coche.

- Disculpa, oí que alguien te ha robado la moto. ¿Por casualidad no sería un chico de ojos... lilas?

- Así que tu lo conoces, ¿eh? - se me acerca amenazante uno de pelo trigueño y ojos grises.

- !Claro que lo conozco! ¿Pasa algo? - Digo acercándome unos pasos a él.

- Uuuh, la niña nos ha salido valiente. - se empieza a reír maliciosamente y el resto del grupo le sigue la gracia mientras se cierran en circulo - Él ya estará demasiado lejos, pero a ti te tenemos aquí, y sinceramente - me mira de arriba a abajo - te prefiero a ti...

- No me cabrees chaval, no me gusta lastimar a nenes mas pequeños que yo.

Me mira con una mirada asquerosa e intenta agarrarme pero lo esquivo, vuelve a intentarlo pero esta vez hago aparecer una pared de roca a la que golpea sin darle tiempo esquivarla y se cae al suelo. Los demás se quedan paralizados mientras el otro se lamenta en el suelo.

- ¿Alguno más? ¿No? - digo unas palabras arcanas, evocando un hechizo, entre susurros y hago brotar un árbol del suelo del cual las ramas enganchan a los chicos y los dejan ahí colgados, se ven tan ridículos... Me voy riendo yo sola mientras pincho las ruedas de las motos restantes. Al menos ahora sé que voy por buen camino.

Me subo al coche y prosigo mi camino. Al rato de seguir la misma carretera diviso a lo lejos una gran ciudad. ¿El Primer Gobierno? ¿Porqué allí? No detengo el coche a pesar de que el miedo invade mi ser. Llego a la ciudad y aparco en cuanto puedo. Camino algo perdida y voy a dar a la plaza cercana al castillo, me parece ver a Zeil y corro abriéndome paso entre la gente, o al menos lo intento. Persigo una corazonada que resulta ser verdadera, siempre se me ha dado muy bien encontrar a Zeil y a Nahu. Diviso al presunto Zeil en dirección al castillo y una figura a lo lejos. ¡Saummus! intento acelerar el paso pero me es imposible, hay demasiada gente. Saummus abre sus brazos a Zeil, este acepta el gesto y se funden en un abrazo.

- ¡Zeil, no! ¡¡ZEIL!! - grito, pero no consigo avanzar nada entre la multitud... Él no me oye.

Nahuel Capítulo 13

Veo la sombra de Zeil deslizarse hasta desaparecer tras la puerta. Me pongo en marcha a buscar a Kenta. No me dejo de repetir que no es más que un niño de once años, no puede ser tan difícil encontrarlo. Siempre me ha gustado jugar al detective, siempre me ha gustado resolver misterios y seguir pistas. Soy listo y es algo que siempre se me ha dado bien. Para evitar los nervios me propongo a mi mismo que es un juego de ese tipo. Busco concienzudo por a habitación haber si hay alguna pertenencia que se haya dejado atrás, pero al visualizar en mi mente al niño recuerdo que no traía más objetos que la ropa que llevaba puesta. Las pertenencias materiales estaban repartidas entre mi alforja, la de Ata y la de Zeil que por su malestar se habían mantenido en el coche.

- "¡¡El coche!!" - pienso para mi mismo. Es lógico que no pretende esconderse sino que desea escapar. Si quiere venganza contra el Primer Gobierno no podrá llevarla a cabo con Zeil cerca. Para huir necesitará víveres y en la alforja de Zeil hay lo suficiente como para sobrevivir hasta llegar al próximo pueblo.
Salgo disparado por los mismos pasillos por los cuales habíamos pasado al entrar. Casi me choco con la puerta al llegar corriendo junto a ella debido a la velocidad que llevaba y a que estaban abriendo la puerta en ese instante. Logro frenar a tiempo y recomponerme para que la persona que empujaba la puerta no me viera en esa situación. La misteriosa persona resulta ser Zeil.

- ¿Cómo saliste...? - pregunto más para mi mismo que para Zeil. No había oído la puerta abrirse en momento excepto ahora y la puerta era grande, pesada y vieja, lo que la hacia muy ruidosa.

- Hay una escala atada en un balcón. También hay huellas que se dirigían al sur, y eran muy parecidas a las de Kenta. - ¡Sur! No puede ser tan estúpido como para encararse al Primer Gobierno de frente y sin apenas conocimiento de lucha. - Voy tras él, no intentes detenerme porque te mataré. - se da media vuelta y comienza su marcha en pos de Kenta.

- No seas tan es estúpido de ir hacia el Primer Gobierno sin más.

- ¿Por qué no? Yo no abandoné mi hogar, como tu. - me quedo de piedra.

- Eres un imbécil, siempre lo has sido, nunca haces nada que no sea lo que tu quieres. - digo cabizbajo y apretando mucho los puños.

- Soy un princ...

- ¡Por esa misma razón deberías pensar más por los demás y menos por ti! Un rey se debe a su pueblo. - recuerdo en ese instante a mi padre diciéndome esas mismas palabras. - Eso deberías saberlo. Haz lo que te dé la gana, pero piensa que siempre estaré allí para traerte de vuelta. - digo convencido, desafiándole con la mirada, como aquella vez cuando eramos pequeños. Él acababa de discutir con el maestro por chorradas y al acabar perdiendo se fue corriendo. Decía que quería irse, que eso todo era una basura. Corrí detrás de él y al encontrarlo medio perdido y llorando me agache junto a él y le tomé la mano. "Prometo no dejarte ir nunca, siempre te traeré de vuelta, Zeil. Eres mi mejor amigo al fin y al cabo." fue la promesa que le hice y mi mayor regla es jamás incumplir una promesa. - Te lo prometí.

- ¿Eh? ¿De qué hablas? - me miro extrañado. Me da mucha rabia que no recuerde nada, lo odio por eso. - Boh, me da igual. Como has dicho voy a hacer lo que me da la gana.

Le vi alejarse por la carretera, aún era de noche pero ya comenzaba el cielo a clarearse. ¡Mierda! ¿Por qué se complica todo? No pienso quedarme sin hacer nada, me niego. no tengo las llaves del coche y andando no alcanzaría al enano de Zeil. Miro a mi alrededor y no hay ningún vehículo que pueda usar. Un relincho me sobresalta, corro a la parte trasera de la iglesia donde hay una cuadra y con mucha seguridad un caballo. Entro y veo a una yegua de color pardo con las crines claras, no puedo evitar sonreir. Busco la silla y la encuentro a unos metros, me acerco a la yegua y se aleja de mi desconfiada.

- No se acercará a ti mientras no te conozca. - oigo la voz de la anciana a mis espaldas.

- Perdone, pretendo devolverla. Pero la necesito. - digo,  la anciana resopla y rebusca en su faldón y me tiende una zanahoria.

- Dásela y debes acariciarla en el hocico. Suerte joven. - se da media vuelta y vuelve a la iglesia. Que mujer más extraña.

Hago lo que me dice y el animal se acerca a mi y me permite ponerle la silla y montarla. Salgo de allí a toda velocidad, no es igual que mi caballo pero algo es algo. Decido ir por el bosque, ya que me evitaré a gente y que el animal se asuste por los posibles coches. Cuando llevo un rato cabalgando, subo una montaña y detengo a la yegua, a lo lejos se divisa la iglesia pequeña.

- Lo siento, Ata. Te abandono de nuevo. - me digo a mi mismo. El sol se empieza a vislumbrar sobre las montañas, empieza a teñir los campos de dorado. Adoro el mundo en donde vivo, es cruel pero hermoso.

Continuo mi camino y en unas horas cabalgando llego a ver el Primer Gobierno. Al llegar el sol está muy alto así que ya debemos de rondar el medio día. Veo una gran cantidad de gente entrando en la ciudad con carros y caballos, así que decido camuflarme y me inmiscuyo en la multitud poniéndome la capucha de mi capa por precaución. La multitud se dispersa en una plaza muy próxima al castillo. Debe de tratarse de una feria o un mercado. Me bajo de la yegua y la ato a un poste cercano.

- ¡Zeil, no! ¡¡ZEIL!! - oigo a Ata gritar a mis espaldas. Me giro y veo a Zeil abrazado a Saummus. Imbécil, no lo aguanto y saco mi espada dispuesto a partir a esos dos por la mitad.

Zeil Capitulo 13

Tan solo me falta por buscar en el campanario, más le vale a Nahuel que Kenta este ahí... Revisando todos los huecos de la sala, solo encuentro más grabados de dragones. Al acabar, me fijo en un balcón que hay algo atado, me asomo y puedo observar que es una escala. Bajo y veo unas huellas que corresponden con la altura de Kenta. Me dirijo a la puerta principal, la abro empujandola con fuerza, es mas pesada de lo que parece. Me encuentro a Nahuel al entrar.

- ¿Cómo saliste...? - murmura por lo bajo.

- Hay una escala atada en un balcón. También hay huellas que se dirigían al sur, y eran muy parecidas a las de Kenta. Voy tras él, no intentes detenerme porque te mataré. - Empiezo a caminar hacia el exterior pero me detiene.

- No seas tan es estúpido de ir hacia el Primer Gobierno sin más.

- ¿Por qué no? Yo no abandoné mi hogar, como tu. -Es mi casa, no soy tan necio como para hacer lo mismo que el y fugarme.

- Eres un imbécil, siempre lo has sido, nunca haces nada que no sea lo que tu quieres. -Le noto tenso. Y tiene razon, suelo hacer lo que quiera, tengo poder para ello.

- Soy un princ...

- ¡Por esa misma razón deberías pensar más por los demás y menos por ti! Un rey se debe a su pueblo.  Eso deberías saberlo. Haz lo que te dé la gana, pero piensa que siempre estaré allí para traerte de vuelta. - Me desafía con la mirada, y le cuesta decir esto ultimo. - Te lo prometí.

- ¿Eh? ¿De qué hablas? - Le miro extrañado, yo no recuerdo ninguna promesa que me hiciera este. - Boh, me da igual. Como has dicho voy a hacer lo que me da la gana.

Me doy la buelta y le dejo alli. Camino un poco en dirección a la ciudad, a mi favor no hay actividad alguna. No muy lejos, veo unas motos. Me aseguro que no hay nadie y voy corriendo a coger una.

- ¡Pero que haces!- grita alguien. Me doy la vuelta y veo a cuatro chavales, uno de ellos tiene cara de enfado.- ¡Apártate de hay!

- ¿Me lo vas a impedir tú?- respondo, creo que esto va a ser divertido.

Saca algo parecido a un floret y se pone en posición de ataque, me empiezo a reír.  Saco mi espada romana, el chico acaba pidiendo una a su compañero.

- ¿Te vas a apartar? Date cuenta que soy experto en esgrima. - me dice chulo, ¿de qué se va?

Empieza a atacar torpemente, intenta darme directamente en el corazón; error. Cansado ya, le hago una estocada y le tiro al suelo.

- ¿Ya estás contento?- le digo con ironía. Escucho unos disparos y sirenas.

Le cojo las llaves al chaval y salgo disparado con la moto, no me puedo arriesgar a que la policía me vea. Cuando ya los evado, pongo rumbo al Primer Gobierno, Kenta habrá ido hacia allí, es la civilización grande que esta cerca.

Esto esta muy tranquilo, así que consigo relajarme y hundirme en mis recuerdos. Mi madre siempre me estaba dando clases de lucha, era una mujer muy guerrera. Un día me escape de casa, creo que era para irme con unos amigos... el caso es que llegué y mi madre me estaba esperando en mi habitación, acabe que no me podía mover. Era una mujer digna de estar en el olimpo. Me entristece saber que no la volveré a ver, ni oír su voz... Es increíble la triste de la soledad que alberga el perder a tus padres.

Las horas del camino se me pasan rápido, fue un viaje tranquilo. Las casas se hacen cada vez más abundantes hasta llegar a palacio. Estaciono la moto y me propongo a buscar a Kenta, la gente me rodea, puesto que acabo en una plaza muy concurrida. En las escaleras del palacio veo la figura de mi tío y Saummus se acerca a mí amenazante.

-Bienvenido, príncipe Zeil.- dice mientras abre y extiende los brazos hacia mi abrazándome. ¿Que querrá?

viernes, 21 de febrero de 2014

Atanasia Capítulo 12

- Oh, seguidme. No os queréis ahí. - la monja se fija en Zeil, mientras Nahu y yo cargamos con él.  - ¡Que las esencias nos asistan! ¿Está herido?

- Sólo en el orgullo. - no puedo evitar sonreír. Zeil que nunca perdía en las batallas y ahora esta teniendo que ser remolcado por una chica...

- Bueno, en ese caso prosigamos. - sinceramente hubiera agradecido que me lo quitara de encima, por que cada vez me costaba más seguir arrastrando aquel peso muerto.

La anciana nos guía hacia la parte trasera de la iglesia.  Cada vez vamos mas lentos, pero eso a ella no parece importarle así que nos lleva hacia unas escaleras por las que subimos a una planta alta donde hay comida, agua, velas y cosas varias, no se para que serán, pero nos vendrán bien si la anciana nos permite hacer uso de ellas.

- No os puedo ofrecer otro lugar a todos. Aquí dormían los peregrinos cuando estaban de paso.

- Muchas gracias, señora. - dice Nahu - Se lo agradecemos todos, es muy amable al dejarnos descansar aquí.

- Yo no, es lo que debe hacer ya que soy el príncipe Zeil. - susurra por lo bajo, Zeil era algo arrogante desde pequeño, pero parece que el tiempo lo ha vuelto más aún. A modo de venganza Nahu le pone la zancadilla y lo hace caer a un montón de heno, a pesar de mi sonrisa al verlo en esta situación, me entristece el tipo de comportamiento que tiene.

- Cuidado, príncipe que te vas a caer. - Dice Nahu. Por su cara, ahora mismo Zeil debe de odiarnos...

- Seras... - Dice Zeil furioso

- Pero, ¿tenéis energía para eso? - dice Kenta mientras se acurruca en una esquina, al final va a resultar el más sensato.

- No, yo estoy agotado. - Dice Nahu ignorando a Zeil mientas se sienta en otro montón de heno en la esquina opuesta. Zeil resopló y se trató de acostar en el heno en el que había sido abandonado. La monja y yo nos limitamos a mirar, me he quedado sin "cama", tendré que dormir en el suelo... Pero si por mi fuera apartaría al repelente de Zeil de una patada y me quedaría con su cama, pero supongo que no es lo mejor si quiero que confíe en nosotros.

- Ata, ven. - Me llama Nahu, mientras me hace un gesto indicando que me cede su heno, pero niego con la cabeza y le sonrío mientras me siento a su lado, no quiero dormir sola esta noche, han pasado demasiadas cosas... La verdad es que tengo miedo.

- Jóvenes, ¿me permitís una pregunta indiscreta? - dijo la anciana dirigiéndose a Nahu y a mí. Pero sin darnos tiempo a contestar prosigue - ¿Sois pareja vosotros dos?

Siento que me arde la cara, debo de estar rojísima. Los dos nos esforzamos en negarlo, y a él también se le ve nervioso, así que me separo un poco. Kenta y Zeil observan divertidos este circo que hemos montado, veo su sonrisa, y recuerdo cuando eramos pequeños y jugábamos juntos en el campo, me vienen tantos recuerdos, que al final también dejo asomar una pequeña sonrisilla.

- Voy a por unas mantas para que os arropéis y durmáis más a gusto. Jovencita, si no sois pareja de nadie en este cuarto, no tiene sentido que durmáis en este lugar. Venid conmigo, por precaución. - dice la monja acercándose a nosotros y me agarra por la muñeca sin hacer ni caso a mis excusas y protestas como "No va a pasar nada", "debería quedarme.. mas que nada por precaución" etc.

- Debería darle vergüenza. - Dice indignada mientras me arrastra escaleras abajo.

- ¿Por que? ¿Por sentarme al lado de un chico?

- No, por intentar meterse en su cama. ¡¡Señorita, es usted es una descarada!!

- ¿Y usted que sabe lo que yo pretendía hacer? - Esta señora me está enfadando... Si no fuera por que es la única que nos ayuda...

- Por favor, que me conozco estas nuevas generaciones, siempre tan poco recatadas.

- ¡¡Pero que va a conocer usted, seguro que siempre ha estado aquí encerrada!!- Se para bruscamente dejando ver su cara de ofensa y perplejidad, la verdad no sé por que he dicho esto, he sido una maleducada.

- ¡Aun encima respondona! Si no fuera por aquella profecía ya no estaríais aquí.

Abre una puerta, me empuja hacia dentro, me tira déspota una manta y se va cerrando la puerta tras de sí.

- Gracias - Digo después del portazo.

La habitación es oscura así que hago aparecer una llama entre mis dedos y enciendo una vela, el cuarto es de piedra y solo hay una pequeña ventana vertical, bastante estrecha. Me subo al camastro que se encuentra bajo ella y miro hacia el exterior, al bajar me tropiezo, y caigo, quedándome acostada en el suelo así que  alcanzo a ver que en cada esquina hay un dragón, esta iglesia es muy extraña, debería haber cruces no dragones... Pero bueno, desecho estos pensamientos y me envuelvo con la manta mientras me acuesto en el camastro. Tengo frío y se oye la lluvia caer en los charcos, esto me relaja, me encanta escuchar ese sonido, pero ojalá esta noche estuviera alguien a mi lado...